Durante este curso he frecuentado una discoteca de cuyo nombre no quiero acordarme. La sala no siempre estaba llena. Pero cada persona era la posible protagonista de mi próxima historia por escribir en el papel. Musas, que así se llamaban siempre las que decidieron acercarse para hablarme al oído, vinieron menos de lo que me hubiese gustado. Yo, que sigo siendo tímido, noto que cada vez doy mejor el primer paso. Aún así, el éxito ha sido relativo: no en todos los casos la química ha fluido y no he sabido cómo continuar
¿El problema habrá sido suyo o mío? ¿La tendría que haber abordado de otra manera? ¿Merecía una segunda oportunidad? Quizá no estábamos predestinados. De algunas guardo su teléfono; de otras he olvidado hasta el nombre. Pero a veces la cosas sí han ido bien. Las líneas se han empezado a juntar y hemos construido bonitos ratos, relaciones cortas no perfectas que me dejan un buen regusto, aprendizaje, que siempre recordaré en el futuro.
Los lunes de este año trece compañeros han podido escuchar mis aventuras, mis rollos de dos folios que no sé a dónde me llevan o qué legado dejan. Ellos, a su vez, me han contado las suyas. Unos son recién llegados, pero ligan bien; otros, más veteranos, van perfeccionando gracias a la profesora de infinita paciencia de nombre experiencia. Virginia, nuestra nueva líder, nos ha transmitido entusiasmo, energía y confianza para que no nos quedásemos con el brazo apoyado en la barra de la discoteca.
Terapia, redención, probar los límites, necesidad, escapismo, sentirnos dioses, autorrealización, la persecución de un sueño. Son las palabras o conceptos que me vienen a la cabeza para explicar por qué estamos aquí. Si queréis saber más sobre nuestras vidas de papel, de nuestras miradas escritas, el libro que tenéis en las manos hace de diario. Leeros esto, aquí y ahora, es un striptease; es regalaros una parte de lo que somos en nuestro más profundo interior. ¿Que por qué yo vengo a clase o por qué escribo? Porque quiero enamorarme para siempre.
Foto: berlinblueexpansion.com
Cuántos recuerdos… Mi “muso” ha crecido y ya camina solo.