Sumándome a lo que considero una mayoría absoluta, lógica y agradable, ando pensando ya en estos días en las vacaciones de Semana Santa. Estos tres días laborables entre festivos están entre la categoría del “que sí, que no”, un tiempo que nombré así en un post que escribí a principio de año y que venía a indicar que un período de trabajo cercano o entre medias de unas celebraciones tenía un cariz especial, por aquello de estar tan próximo a esas fechas de esparcimiento.
La mente viajaba constantemente hacia ese inminente paraíso de felicidad, quizá la carga de trabajo podía ser un poco más ligera pero por esas ganas, paradójicamente, las jornadas parecerían más largas.
La Semana Santa tiene la virtud de cumplir, al menos en cuanto a los creyentes se refiere, la poca costumbre española de pararnos a pensar qué estamos celebrando. El Corte Inglés hace que nos acordemos de nuestro padre el 19 de marzo, pero ni el 1 de mayo ni el 6 de diciembre, por poner dos ejemplos, entramos en un gran ejercicio de inmersión de pensamiento colectivo que realmente valore los avances históricos en lo que a derechos laborales se refiere o reflexionemos seriamente sobre las jornadas convulsas de la Transición que derivaron en la Constitución del 78. El fin, ese sin duda merecido tiempo libre, ocupa toda nuestra atención. El carpe diem casi nos impide pararnos a pensar en los motivos de que el despertador no suene ese día.
Agenda setting de la semana
Pero entre el Domingo de Ramos y el Jueves Santo hay varios asuntos que se sitúan en el centro del debate. En una semana hemos tenido más información de Chipre que en toda nuestra vida (para más referencias, lean este post de Kilgore al respecto) y aquí andamos asustaditos pensando en el refrán de las barbas, el vecino y el remojo. La verdad es que ya lleva tiempo así pero dan ganas, ya aparte de tema de preferentes o Bankia en clave nacional, de coger el dinero y meterlo debajo del colchón.
Quizá esta crisis que empezó en 2008 y va a acabar vete a saber cómo y cuándo quede marcada en los libros como la brusca detención de la modernidad y la sofisticación, entendidas éstas como la voracidad sin medida donde lo material (el dinero) y lo inmaterial (ese propio dinero volátil e invisible en forma de los llamados “mercados”) han asestado un jaque a los sentimientos y a una vida que podríamos denominar tranquila. Supongo que creímos que el proceso era eso: ser más egoístas. Yo lo entiendo como igualdad, como un avance general, de todos, en materia social.
Sobre esto ahora estamos lejos de la vanguardia y del siglo XXI, donde la Unión Europea no se reúne en torno al Congreso de Viena, pero lo parece, o Merkel no es Hitler, pero lo parece. Sí sí, hay miles de matices pero sobre todo uno, el formal: las armas se han sustituido por los recortes y la austeridad. La intangibilidad lo hace todo más difícil de calcular.
Cifuentes y Colau
Además, en el capítulo de “denle la vuelta a la tortilla, que siempre habrá donde cuele”, ayer comíamos, cenábamos o revisábamos las redes sociales escuchando decir a Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, que Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, lidera un grupo que tiene “inquietudes de apoyo a grupos pro-etarras”. Mostrando una mezquindad intolerable, el objetivo ya se ha conseguido: criminalizar y olvidar el fondo de la cuestión. Los escraches se convierten en algo casi condenable que los propios desahucios en sí.
La violencia estatal, en forma de quinientas expulsiones diarias de familias de sus casas, es inevitable y se justifica; lo otro, la defensa que le queda al pueblo sobre una legislación injusta e indigna, es, Cifuentes dixit, casi “kale borroka”. Ya se han gastado más líneas desde todos los frentes en asegurar la privacidad e integridad de los diputados que hacer con lo propio con todos los que se están quedando sin casa. Tres gritos contra el perder el techo. Es ver a Goliat quejándose porque David tiene una honda.
También ayer hemos podido leer que el PP de Castellón ha comenzado una campaña bajo el lema “Me quieren adoctrinar, que no te líen” en el que se insta a denunciar a los alumnos las “imposiciones ideológicas de los docentes” que se puedan producir. La duda, como en el caso anterior, se siembra, con el efecto de asegurarse de que algo siempre quedará. Asimismo aquí habría que hablar de bajeza moral, donde además se acepta la limitación de un sistema en el que, por falta de vigilancia, se habrían colado unos profesores rojos malísimos que quieren corromper a todos.
En la universidad
Las patrullas universitarias, en forma de topos con mochila y bolígrafo, habrían llegado para parar los pies a este gremio, que, junto al de la medicina, habrían sido adoctrinados con el fin de ponerse en contra de las mejores medidas del mundo mundial en ambas materias. (Casi) TODOS estarían equivocados y quien se salga de esa idea, por supuesto será denunciado.
Vaya usted a saber con lo que nos despertaremos hoy. Por la noche todos tendremos los sentidos puestos, y me incluyo, en ver si hasta la esperanza se nos marcha hasta en el fútbol. Aquí demostramos ser unos creyentes un poco traicioneros: tenemos nuestras dudas de la mejor selección de la historia y necesitamos una nueva demostración para recuperar toda nuestra fe, que anda renqueante a base de mucha posesión improductiva y marcadores ajustados.
Un buen chico que no culmina no sirve de nada; antes o después llegará el preciso y se marchará con ella. Ya saben. En fin, hay que salir del tikicaccio, que puede no servir para dominarlos a todos.
El miércoles, ya con las vacaciones a la vuelta de esquina, muchos partirán hacia sus destinos. Y allí, pues bueno, se seguirá dejando la santidad por un rato para continuar con nuestra humanidad benigna-maligna. Felices Fiestas totalmente terrenales con paz, amor, justicia, caridad, perdón y respeto.
Foto:politico.eu