El 20 de enero se celebra en mi pueblo la festividad de San Sebastián (pinchando aquí podréis descubrir un poco más sobre la vida de este Santo). Como suele pasar en España, la fiesta no se resume en concreto al día en sí, sino que abarca varios más. Pero antes de seguir, una puntualización. En Villaviciosa tienen un gran peso específico en la vida del pueblo las llamadas Hermandades, instituciones de ámbito lúdico-religioso que ejercen, quizá, la mayor obra de cohesión y tejido social en la localidad.
La junta de San Sebastián organiza estas primeras fiestas; la de San Isidro hace lo propio en mayo y las otras, el Cristo del Milagro y la Virgen de la Soledad, copan cada una de las dos un fin de semana en las Fiestas Patronales, que tienen lugar a finales de septiembre. La Villaviciosa de siempre, la que era pueblo pueblo, no puede entenderse sin ellas.
La programación
Las dos primeras jornadas de actos en honor al Patrón son viernes solemne, con la misa en recuerdo a los hermanos fallecidos durante el año y la entrega de medallas a quien, de manera ininterrumpida, haya cumplido 50 años dentro de la propia Hermandad; y un domingo más de iniciación, fraguado en el llamado “San Sebastián chico”. Algunos jóvenes villaodonenses, escoltados por los mayores, hacen un ensayo de lo que sucederá una semana después: el Santo es sacado de la Iglesia en procesión para llegar a la plaza de la Constitución, nuestro centro neurálgico.
Allí es testigo de cómo las nuevas generaciones empiezan a bailar el ‘Rondón’, el baile tradicional de Villaviciosa que se asemeja a una jota (pinchando aquí se puede ver a un grupo de villaodonenses bailándolo. Hay poca gente, pero puede servir para hacerse una idea). La canción que lo acompaña es más conocida que el propio himno del pueblo y son pocos los vecinos que no saben su letra y melodía. Es pegadiza y corta por lo que, finalmente, un poco repetitiva, pero… da igual, sinceramente. Es uno de nuestros símbolos más evidentes y como tal nos gusta.
Para pequeños y grandes
El día 19, y no engañamos a nadie con el nombre, arrancan ‘Las vísperas de San Sebastián’. La tarde empieza con un pasacalles, continúa con una ofrenda floral a los hermanos fallecidos, prosigue con la cata del vino que se tomará al día siguiente y finaliza con un baile en la plaza. Aquí no hay DJ que pinche Pitbull o Don Omar. La diversión se asemeja más a una verbena y, como tal, los jovenzuelos de más de treinta, que llevaban sin salir desde Nochevieja, disfrutan de unos bailoteos más de la vieja usanza.
Los que se acuesten tarde dormirán poco porque desde primera hora de la mañana, ahora sí que sí, se celebra el día grande. La jornada empieza como en “San Sebastián Chico”, por lo que avanzamos en la descripción hasta casi el mediodía. Un poco antes, en la puerta de la Iglesia, se subastan las andas y se rifa el ramo del laurel del Santo entre los Hermanos. Hasta aquí llegan las conmemoraciones más puramente religiosas. A partir de entonces San Sebastián se convierte en, salvando las obvias distancias, la Virgen del Pilar, por la veneración y la participación en la Festividad por parte de todos más allá de las creencias.
Las Pujas
Desde las doce, en la citada plaza de la Constitución, los villaodonenses realizan las tradicionales pujas donde, de viva voz, se va optando a diferentes lotes. Casi todos ellos suelen tener las naranjas y las tradicionales ‘Rosquillas del Santo’, propias de esta celebración. La gente que está en la plaza ya no la abandona y a ella se le va sumando mucha más gente. Lo que se hace ese día es montar mesas y juntarte con amigos y vecinos para comer, compartiendo entre todos lo que se ha traído. Filetes, tortillas, pimientos, postres… todo esto nunca falta en San Sebastián, aunque lo más habitual es ver, sobre todo entre los más jóvenes, bocadillos.
Para que la comida no se quede coja, la propia Hermandad reparte una bebida que aquí llamamos limonada pero que está más cerca de ser sangría. Al ser gratuita, no hace falta explicar el efecto que provoca: una gran mayoría de los villaodonenses han tenido su primera borrachera seria un inolvidable 20 de enero. El ingenio de los menores se agudiza porque, como si de un establecimiento se tratara, dicha limonada solo es repartida a los mayores de edad. Pero… ya se sabe.
Dos San Sebastianes
Son ese porcentaje de adolescentes, entre los 14 o 15 y los 20 o 21 años, los que no suelen comer en la plaza, bajan a ella a por la bebida y se marchan al parque del Castillo, conocido en el pueblo como ‘El de los Patos’, para hacer un macrobotellón bastante legalizado y a plena luz del día. El cóctel de la curiosidad, el descubrimiento y el alcohol hace que esta fecha haya y siga marcando a muchos. Después, la transición es curiosa: tras esa edad en el parque ‘De los Patos’ te sientes muy mayor y en la plaza, donde la gente después de comer comienza a bailar en un gran círculo el Rondón, muy joven. Los que no son totalmente partícipes de la idiosincrasia del pueblo abandonan San Sebastián durante esa franja, para quizá volverle a recuperar la gracia años más tarde.
Los que sí la sienten, decimos, bailan en un gran círculo al son del ‘Úrsula, ¿qué estás haciendo tanto tiempo en la cocina?’, tocado por una orquesta. Entre pausa y pausa, la gente camina en ese círculo y en muchas ocasiones se intercambian las parejas de baile, por lo que el movimiento es continuo. Los más resistentes aguantan las casi tres horas de Rondón e, incluso, continúan la fiesta que prosigue después, al estilo verbena comentado con anterioridad.
El final de la Fiesta de San Sebastián
Las actividades concluyen con la junta anual de la Hermandad, en la que se entrega a todos los hermanos corrientes de pago un bocadillo y una bolsa con las ‘Rosquillas del Santo’. La Junta directiva actual elegirá al nuevo presidente y éste conformará a su equipo, que comandará San Sebastián durante dos años. El relevo en las otras Hermandades se produce con el mismo espacio de tiempo.
Villaviciosa tiene un déficit en cuanto al turismo y atracción se refiere pero el domingo, si lo tienen libre, les animo a venir y a disfrutar de San Sebastián. Con un bocata es suficiente, el resto lo ponemos nosotros.