El girasol del Ebro
Lo que en un tiempo que no vi estuvo cubierto por ámbar y piedras preciosas, ahora eran paredes desconchadas que dejaban medio desnudos los cimientos del edificio. El suelo, en el que aún me recuerdo revolcándome, lo ocupaban trincheras de cascotes y una montaña de pedruscos apiñados separaba las dos ventanas frontales. Por ellas entraba…