Volvemos a la sección de reseñas de libros. Coincidiendo con los cien años del nacimiento de Mandela, el periodista madrileño Javier Fariñas ha publicado una detallada biografía (San Pablo, 2018) del ex presidente sudafricano. La profundización en el personaje hace que el mito se humanice, no en un sentido peyorativo, sino para situarle en su sitio. En uno privilegiado, como uno de los personajes más importantes del siglo XX, pero a través del conocimiento de su trayectoria vital y del entendimiento de que su gran obra no fue solo suya.
Ya solo con el subtítulo del ensayo “Un jugador de damas en Robben Island”, el redactor jefe de la revista Mundo Negro parece querer mandarnos el mensaje de que apartemos el aura que rodea a Mandela –y que el propio Madiba reclamaba a través de su “yo no soy un santo”- para adentrarnos en lo humano, y en su desarrollo personal.
Lo que pretende cualquier biografía ¿no? Sí, pero claro…
Fariñas contaba con ese obstáculo: que la realidad estropee la más bella de las historias ¿Y eso sucede aquí? En cierto modo y sin ser Javier responsable. Sin embargo eso debe entenderse como una de las mayores virtudes del libro frente a otros trabajos que loan hasta la extenuación a Mandela –entendible y hasta justificable ese enamoramiento por quien fue, cómo fue y lo que padeció-. Si alguien merece la mejor de las propagandas, los sonetos más bellos y las admiraciones e inspiraciones más profundas, ése es Nelson Mandela, el preso 46664, aquel hombre que salió de la cárcel después de 27 años sin rencor y con el único propósito de reconstruir un país a base de reclamar la más simple de las justicias: la igualdad de trato y derechos.
Así, Fariñas se venda los ojos, se ata al mástil para no rendirse a los cantos de sirena y ejerce su oficio de periodista hasta las últimas consecuencias: no hay persuasión, sino datos, datos y datos. Fariñas se sumerge de una forma minuciosa en la investigación –se nota su gusto como periodista y como doctor en Ciencias de la Información y su conocimiento de (Sud)África- durante más de 700 páginas para contar los 95 años de vida de Mandela, en especial todo lo concerniente con anterioridad a su llegada a la presidencia en 1994.
Infancia; juventud y madurez en prisión
El autor saca a la luz sus orígenes y recuerda que un paso siempre se explica con el anterior. Nelson siempre saldrá bien parado y siempre se hablará de él de aspectos personales, pero no privados, esos que han podido hacer al mito perder cierta imagen o, al menos, sembrar dudas. Los defectos y las oscuridades que podamos encontrar serán en clave política o en fracasos como gestor.
Si el imaginario colectivo tiene en la cabeza imágenes como la de su salida de la cárcel el 11 de febrero de 1990, su papel en la Copa del Mundo de Rugby de 1995 gracias a la película Invictus o su multitudinario entierro, no tanto seguramente todo lo anterior. El recorrido empieza en su infancia, enclavada en la región del Transkei, dónde aprendió lo que le sucedía a su pueblo y lo que le gustaba ir bien vestido; continúa con los avatares –curiosos- que le llevan a la Johannesburgo en la que comienza su carrera como abogado y su militancia política en el Congreso Nacional Africano (CNA); y profundiza en sus primeros sustos, detenciones, juicios y condenas.
Y después se para en el juicio de Rivonia, del que salió con vida de milagro y con la cadena perpetua como mal menor. Aquí tiene lugar el nacimiento del mito, del que Sudáfrica desconocía hasta su rostro a causa de la censura y que aguantó con estoicismo su período en tres cárceles, con Robben Island como la de mayor estancia y más paradigmática. De allí sabemos las conclusiones, su aprendizaje. Lo que hace Fariñas es golpearnos en la cara con el día a día, metiéndonos en prisión. Leer lo que sufrieron Mandela y sus compañeros (ni el periodista ni Madiba los olvidan nunca) estremece y provoca que den ganas de romper las páginas como fruto de la rabia y de la tristeza. No es descartable la caída de alguna lágrima ante una crónica bien escrita, referenciada en una amplia bibliografía y que sirve de resumen –o aperitivo- de “El largo camino hacia la libertad” o “Conversaciones conmigo mismo”, los dos libros escritos por el propio ex presidente.
El legado de Mandela
De la parte final aparecen como fragmentos más interesantes los del propio legado de Mandela, que Fariñas cuenta por encima en este vídeo aquí abajo y refuerzan la idea del principio: su papel fue decisivo y ejemplar, pero se quedaron cosas por hacer que aún continúan pendientes. “Probablemente el mundo no esté a la altura de la grandiosidad de Mandela, que hizo lo que pudo con la mayor de las modestias y, consciente de la cuerda floja en la que estaba Sudáfrica, dio los pasos que pudo para que el país no cayera”, puede ser una de las conclusiones que pueda extraerse.
El periodista no nos deja separar los pies de la tierra, cuando lo que más apetece con Mandela es volar y soñar con un mundo ideal. A la eternidad, en la que siempre se mantendrá Mandela y que fue, entre otras cosas, un jugador de damas en Robben Island.
Fuente foto: Twitter. Revista 21. Editorial San Pablo