Mini críticas, publicadas en mis redes sociales –Instagram y Facebook- sobre los libros que he leído en este comienzo de año. Cortitas y al pie, le vamos dando un poquito más de vida a la página de nuevo. Están comentados en orden cronológico a cómo han sido leídos.
Trilogía de ‘Los Juegos del Hambre’ (Los Juegos del Hambre, En Llamas y Sinsajo). Autora: Suzzane Collins (USA). Publicada entre 2008 y 2010.
Mientras que la snow se termina de derretir y a horas de que pasen (en principio) cosas normales en el Capitolio, este principio de año de lecturas lo he invertido en ponerme al día con Los Juegos del Hambre. Habiendo visto las pelis, aún sigo dándole vueltas por la elección de Collins de narrar la historia en boca (de flecha, más bien) de Katniss Everdeen. El «problema» sea seguramente haberme acercado antes al cine que a la biblioteca. O a lo mejor no hay ningún problema. De hecho, creo que estos dos puntos de vista terminan por enriquecer la saga.
No encuentro mejor definición que la que hace el New York Times: «reúne la esencia de 1984, la intensidad de la naranja mecánica, la fantasía de Narnia y la inventiva de Harry Potter».
De una forma u otra, merece la pena acercarse.
Memorias de Idhún (parte I, La Resistencia). Autora: Laura Gallego (España). Publicado en 2004.
Primero de los tres libros (divididos a su vez en dos cada uno, por lo que me he leído 1/6) de la afamada saga creada por Laura Gallego. Fantasía pura y con similitudes a Narnia, me acerqué pensando en que era literatura juvenil. Y como mucho lo es preadolescente. La presentación me ha parecido un poco plana, especialmente los personajes, aunque mejoró con el paso de las páginas. Una vez yo ubicado, sabiendo cuál es el juego y por defender el producto made in Spain avanzaré un poquito más, deseando que me enganche más que esta primera entrega.
Balada de Pájaros Cantores y Serpientes (Precuela de ‘Los Juegos del Hambre’). Autora: Suzzane Collins (USA). Publicado en 2020.
El cuarto libro de la saga es en realidad precuela, ambientada concretamente en los décimos #JuegosdelHambre y en la adolescencia de #Snow. La autora construye con acierto el relato que hay detrás de cualquier malvado, el pasado donde hubo luces, alguno de los acontecimientos que le llevan hacia el lado oscuro y los rasgos de personalidad inherentes que también colaboran en la toma de ese camino. Medio siglo de control sobre #Panem no solo pueden basarse solo en sadismo y represión, si no hay al mismo tiempo inteligencia, tacticismo y frialdad; todo justificado por unos motivos personales que aquí entendemos y por una visión del mundo que en estos años le empieza a ser inoculada a ‘Coryo’ Snow.
En «Balada de pájaros cantores y serpientes» se nos reta con los mismos debates políticos y éticos en clave maquiavélica -y de lucha de clases- de anteriores entregas, con la gustosa ventaja de poder juzgar desde el futuro. Este viaje a los albores de los Juegos del Hambre significa observar en una pantallita a los inventores del fútbol mientras perfeccionaban sus reglas, sentir que en realidad ya habías estado en el distrito 12 y ver a los sinsajos sin la connotación que Katniss Everdeen posteriormente les dará. Y que los períodos son cíclicos. O casi. Y más si se borran del recuerdo.
Muy recomendable, en mi opinión.
Mañana tendremos otros nombres. Autor: Patricio Pron (Argentina). Publicado en 2019.
«Mañana Tendremos Otros Nombres es la fascinante autopsia de una ruptura amorosa, que va más allá del amor: es el mapeo sentimental de una sociedad neurótica donde las relaciones son productos de consumo», comenzó diciendo de ella el jurado que le dio el pasado año el Premio Alfaguara. Pron cuenta el desamor en los tiempos del cólera, los de la precariedad y de las nuevas tecnologías, donde no hay más sueño que adquirir el primero el nuevo iphone o poder ir al próximo festival; cuando empezó la deriva de la generación más preparada (y aislo-comunicada) de la historia. El tema es el universal por antonomasia pero ahora se materializa en Tinder y en conversaciones dejadas en visto. Los viajes se hacen en Blablacar, los restos del naufragio se subastan en Wallapop y los cuernos vuelan en todas direcciones.
Novela con una extensión propia de los tiempos, urbanita y con flujos de conciencia difusos que me han recordado a Kundera en ‘La insoportable levedad del ser’. Gran acierto el que los protagonistas se llamen «Él» y «Ella». Cualquiera podemos serlo. Cualquiera lo hemos sido. Y duele, menos de lo previsto, porque no ahonda tanto como podría. O precisamente quizás porque ese es el reflejo exacto de la superficialidad en el que se mueven nuestras relaciones.
Ya sea como terapia o como trabajo de campo, dale una oportunidad.
El futbolista asesino. Autor: Nicolás Melini (España). Publicado en 2000.
No es Aaron Ramsey ni el título de una película de sobremesa. Nicolás Melini, al que tuve la suerte de tener como profesor de creación literaria, dibuja en esta nouvelle el perfil de un psicópata al que acompañamos mientras comete varios crímenes. Me ha gustado la descripción de escenarios, escuchar los pensamientos sanguinarios del futbolista aunque el que sea corta provoca, creo, cierta aceleración. Me hubiera gustado leer más páginas y una historia más completa y profunda, pero como aperitivo se deja degustar.
Los asquerosos. Autor: Santiago Lorenzo (España). Publicado en 2018.
Uno de los libros más de moda en los últimos tres años, que incluso ha podido pegar otra vuelta de tuerca gracias a la pandemia y que hayamos torcido más la mirada hacia el campo. Pero aquí no hay nada bucólico ni una lista de ventajas e inconvenientes de la España vaciada, a la que acude por obligación Manuel, su protagonista, para descubrir que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita. Su austericidio es tan irracional como nuestro consumo desaforado, como nuestro moderno modo de vida que tan bien (también) deja al desnudo Pantomima Full. El humor nos llega a través de directos al mentón para ponernos delante de los espejos cóncavos y convexos de Valle-Inclán y que decidamos qué manera de habitar es realmente más esperpéntica.
La respuesta de Santiago Lorenzo parece bastante clara: él habitualmente reside en una pequeña aldea de Segovia de 15 habitantes a la que a veces no llega bien la fibra de Movistar, como él mismo se encargó de contar en un programa de la propia cadena. Siendo la obra interesante sobre todo por la profunda reflexión que deja -otros detalles estilísticos me han gustado menos por momentos- quizás está a la misma altura el propio personaje. Llámenlos Manuel o Santiago, como prefieran, más anacoretas ateos que Robinson Crusoes, los que han decidido bajarse del tren de la bruja.
Que comience el debate de la locura y/o la asquerosidad.