Fernando, como todas las mañanas, aunque ésta no sería una cualquiera por la batalla, se asomó por la ventana de sus aposentos. Desde su castillo podía ver parte de sus dominios, que iban desde la granja Manor, partiendo por el oeste, hasta la Villa. La Granja Manor, tras un largo período, había cambiado de manos y al frente de la misma se encontraban desde hace un año una afable abuelita y un hada madrina.
Fernando no sabía qué tal estaban gestionando esos terrenos, así como tampoco quería saber nada de Bola de Nieve, el perrito mordedor dueño de la Villa que una vez al mes le pedía audiencia para que su Majestad le pusiese nombre a tan nobles tierras. Fernando era tan bueno que, a pesar de la tozudez de Bola de Nieve, nunca dejaba de darle de comer o lo castigaba. El monarca tenía otras cosas más importantes en las que pensar.
Lo que iba a ocurrir en el lago le había quitado el sueño a Fernando las últimas noches. Estando tan cerca de él -lo podía ver desde su ventana- aquella gran porción de agua no estaba bajo su control y sabía que, al menos por el momento, no podría incorporarlo a su colección de monerías. Y eso que era importante, por su posición estratégica y por su cantidad de recursos. En ese lago, lleno de criaturas, estaba a punto de librarse una guerra.
Nadie osaba en dudar de la supremacía de los patos; solo estaba en juego saber quién sería el líder. Las especies estaban divididas, aunque por lo general los que eran de una misma condición estaban todos en el mismo bando. Los insectos, igual que las ranas, los sapos y los peces de menor tamaño, habían prometido alinearse con H.C, quien les habría prometido protegerlos en el nuevo orden.
H.C era un pato veterano y con experiencia en la gestión. Eso no significaba necesariamente que todo lo anterior lo hubiese hecho bien o que lo que fuese a hacer fuera perfecto, pero su nombre estaba ligado a la paz y a la estabilidad. En el lago habría sitio para todos. La mayoría de los bellos cisnes blancos, que se encontraban en las orillas, también habían prometido fidelidad a H.C, a quien también ayudaban las foráneas gaviotas. Los patos y las gaviotas, quienes paseaban con frecuencia por los exteriores del lago o incluso a veces se internaban incluso más, debían entenderse.
Las corpulentas carpas o los lucios, por contra, eran más partidarios de Donald. Donald era un pato totalmente blanco, a excepción de una marca amarilla que se había puesto encima de los ojos con el fin de diferenciarse de los demás. De él se sabe que, empezando de cero, había conseguido tener una gran influencia sobre los suyos, sobresaliendo especialmente a la hora de hacerse con comida. Los amigos de Donald presumían de ser los verdaderos herederos de Darwin y de que ellos harían la selección natural para que solo los mejores se quedasen en el lago.
Fernando había escuchado que Donald estaba utilizando a las pirañas y a las anguilas como método de desgaste durante estos días previos, y que incluso podría movilizar a las águilas en el último momento por si las cosas iban mal, aunque eso parecía inútil, ya que toda la acción tendría lugar bajo el agua.
El Monarca no cabía en sí de la emoción, así que decidió que esa mañana saldría de sus terrenos para poder ver mejor la Batalla del Lago. Fernando se puso la corona y su mejor traje. Un fiero tigre oriental ya se había sentado, majestuoso, a esperar acontecimientos. El rey, temeroso, prefirió ponerse al lado del zorro llamado Ángela, que tenía un ojo en el lago y el otro, siempre vigilante, tanto en el tigre como en Bola de Nieve, quien había llegado hace un momento y no paraba de ladrar. Completaba la comitiva un pato negro del que Fernando no recordaba su nombre.
Debería saberlo, sí, porque era quien había gobernado el lago en los últimos tiempos, pero no fue capaz de sacar su nombre. El pato negro parecía cansado tras ayudar con los preparativos previos al combate. Además, tenía la fama bien ganada de ser un animal de paz por lo que no iba a permitir que esta lucha, aunque perdieran los suyos, empañase su tan merecido prestigio. Entre los arbustos y matorrales, todos los animales del bosque cercano se habían también apostado para cotillear que es lo que sucedería.
Los contendientes van cogiendo sus posiciones. La Batalla está a punto de empezar.