Llegas a casa con el cansancio del trabajo a cuestas. Abres la nevera y te reconcilias con el mundo con una cerveza mientras abres Spotify. Quizás el cansancio sea tal que sólo quieres echar Pa fuera lo malo y le confías al algoritmo del programa la elección de algo tan sagrado como la banda sonora de tu relax.
La música ha cambiado. El modelo de negocio de Internet propicia que el proceso de creación y distribución sea rápido y accesible. «Hoy cualquiera se hace un rap y lo sube a YouTube» (1). Eso es bueno. Cómo no va a serlo la apertura de oportunidades. Sueltas un tema con su vídeo y a pensar en el siguiente. Que se lo digan al granadino Ayax, que cada equis tiempo nos regala un pepino en su canal.
También tiene sus riesgos. Sobre todo, el de encumbrar prematuramente a artistas por un solo tema, quizás surgido de un momento de inspiración.
Ahí entra en juego la importancia de un disco. Un disco no engaña. Si es bueno, las personas que están detrás lo son. El público lo sabe: no se espera con la misma emoción un tema nuevo que un disco nuevo. Un tema es un salto desde el escenario. Un disco es un acantilado.
Los artistas lo saben. Cuando idean uno no piensan en el oyente que delega su bienestar auditivo en Spotify. Tote dio instrucciones precisas para la escucha de uno de sus trabajos: «Pon este disco cuando creas que va a llover / Cierra con llave y acompáñalo con vino y con los Les Luthiers» (2). ¿Ven la diferencia? De Les Luthiers a Spotify hay mundo y medio.
Como todo se entiende mejor con un ejemplo, voy a centrarme en los dos discos que siempre me acompañan, que jamás faltan en el coche cuando toca viajar. Dos obras inigualables que son minuciosos regalos en los tiempos de la prisa. Dos trabajos que honran esa palabra y a la música, a la vez: ‘El Círculo‘, de Kase.o; y ‘Banzai‘, de Gata Cattana.
El primero fue el disco más esperado de mi vida. El segundo, una bendita casualidad. Dos delicias líricas y auditivas sin las cuales no sabría vivir, y que demuestran que un CD no es una suma de canciones, no es una lista de reproducción a la que puedas poner el aleatorio. Es, como decía Zenit, un ‘Producto infinito‘ con un principio y un final que vuelve a ser, a la vez, el principio. Si está bien hecho, un CD nunca termina.
Tanto Kase como Gata se dejaron el alma en sus discos. Para el primero era la consolidación de su inabarcable obra. Tras dos décadas reinando en el rap a base de discos con Violadores del Verso y un sinfín de colabos, todo el mundo le esperaba. «Sed bienvenidos a este círculo / en el que hago lo que me sale de los huevos» (3), avisa en el que es casi el único verso suelto de todo el CD. Para la segunda, era el sueño de su vida, la irrupción definitiva en un panorama al que se había ido asomando sirviéndose del nuevo modelo de Internet, lanzando canciones para darse a conocer. A su CD le puso un mimo infinito, y lo abre revelando lo que quiere para él: «Nada funcionando quiero a mi lao / tan sólo candelabros y lo poco que he encontrao» (4).
Ahí se inician dos viajes acústicos infinitos. Cada nueva escucha aporta matices, pero es obligatorio respetar el orden del tracklist. Poner el modo aleatorio es un sacrilegio para un buen disco.
Sólo así puedes sentir cómo Javier te lleva a recordar la alegría de tus viejos ciegos y la tristeza de cuánto tiempo perdiste intentando encajar en el espejo; te hace sentir lo que es enamorarte sin cláusulas y la maravillosa expresión del sexo entre dos mitades; hasta acabar enseñándonos cómo sacar toda la basureta que se nos acumula en el alma cuando atravesamos tiempos raros.
Sólo así puedes dejar que Ana te lleve de viaje por la historia con su hermano inventor, te transporte desde el fuego hacia la sombra de un limonero; que te enseñe cómo descifrar el código de sus papeles para entender su plan; y aprender a jugar con las cartas que te reparte la vida para llegar a la conclusión de que, cuando se produzca la extraña casualidad de que te sientas bien sin ningún motivo, no hay nada cómo gritarlo fuerte.
Son dos viajes entre palmeras, que a veces se doblan pero aguantan el huracán, y otras se mueven al ritmo del aire. Dos viajes que no te dejarán indiferente. Porque los CDs siempre tienen un objetivo, un mensaje. Una moraleja.
En el rap, suele estar encerrada en el último corte. En su ‘Outro‘, Kase.o abre su pecho en dos como si fuera un ‘Confesionario de papel‘ de su amigo Xhelazz y nos deja una máxima, fruto de la experiencia de quien sabe que todo el mundo esperaba su CD y que, superado el miedo a defraudar, se baña con su público en una fuente de lágrimas de amor: «Cuanto más amor das, mejor estás» (5), reza su corolario.
En ‘Desértico», Gata encierra sus contenidos de revoluçao, la firma de su ‘Manifiesto‘ musical al puro estilo Nach. Su disco era la ilusión de su vida y, aunque no llegó a verlo publicado, buscó la letra perfecta para antes de irse, porque sabía muy bien que «10.000 oyentes bien usaos son un ejército» (6). Se fue sin saber que su estimación se quedó muy corta.
Hasta el título está elegido con mimo. ‘El Círculo’ es la creación en la que todo cabe, «el Edén que emerge del Yemen» (7) como emergen las palabras del folio en blanco. Es el bucle. Es, en todos los sentidos, el CD.
‘Banzai’ es el grito que sirve tanto para ir a la guerra como para abrazar la muerte. Ella era «mucho más de buscar las preguntas que de dar las respuestas» (8), y Banzai son preguntas gritadas esperando que alguien grite lo mismo al descifrar la respuesta.
Si lo analizo fríamente, creo que mis canciones favoritas de Kase (Silencio, Mierda o Trae ese ron) y Gata (Lisístrata o Los siete contra Tebas) no están en sus discos.
Pero son ‘sólo’ canciones. Simples puntos suspensivos entre una y otra. Un disco marca un párrafo en la historia de un artista. Para Javi, el punto que concluía un gran tramo de su vida. Un punto que sólo él sabe si será final o seguido. Para Ana, eran los dos puntos que abrían el libro de su vida, que decían ‘aquí estoy’ y ponían fin al prólogo.
Quizás las nuevas generaciones no entiendan la importancia de un CD, la paradoja de algo construido con principio y final buscando generar un bucle eterno y perfecto. Un final y un principio que se funden en una trayectoria circular. Algo que, si está bien rematado, mejora en cada escucha. Siempre. Una canción te puede catapultar. Sólo un disco te eterniza.
Yo no puedo vivir sin ‘Banzai’ ni ‘El Círculo’. Y tengo un problema: ahora mismo quiero escuchar los dos, y tengo que elegir. Con lo fácil que hubiera sido encomendarse al algoritmo de Spotify.
REFERENCIAS
1 Nach: Ayer y hoy [con El Chojin]. Mejor que el silencio, 2011.
2 Tote King: Cuatro minutos te escupo. Un día cualquiera, 2006.
3 Kase.o: Intro (El Círculo). El círculo, 2016.
4 Gata Cattana: Nada funcionando. Banzai, 2017.
5 Kase.o: Outro. El círculo, 2016.
6 Gata Cattana: Desértico. Banzai, 2017.
7 Kase.o: Yemen. El círculo, 2016
8 Gata Cattana: Hermano inventor. Banzai, 2017.
Nacho González ‘Swinxy’ es periodista deportivo, trabaja en motociclismo.es y el (buen) rap es la banda sonora que siempre le acompaña. En Twitter puedes encontrarle como @Swinxy