Ejercicio realizado para el Máster de Creación Literaria de la VIU, donde teníamos que escribir un final alternativo al cuento de Cortázar llamado «La casa tomada«.
El cuento, que es una maravilla, se puede leer completo aquí (es cortito). En Wikipedia hay una entrada interesante acerca del mismo.
“No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
–Han tomado esta parte –dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
–¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? –le pregunté inútilmente.
–No, nada”.
Mi continuación
Seguí dando pasos hacia atrás, hasta la puerta de entrada. A nuestras espaldas lo que era sordo era el silencio. Fuera del zaguán solo había polvo.
-Quiero terminar el chaleco gris– dijo mi hermana.
Su voz sonó como en los sueños y eso me hizo avanzar hacia la cancel. Su llave tardó en abrir la puerta.
María Esther estaba recogiendo del suelo la pava. Le echó un poco de agua y empezó a calentarla. Una sonrisa sin sonido, sin dientes, salió de su boca mientras agarraba la yerba del placar blanco frente al fregadero.
El pasillo estaba sucio ¿Cuánto tiempo había pasado allí? Quien sabía. En las paredes, que parecían más oscuras, ya no había cuadros y la alfombra persa de mamá no calentaba la estancia. Mi reloj pulsera marcaba casi medianoche y el olor a mate pasó por nuestro lado en dirección a la biblioteca. Fuimos detrás.
Un anciano ojeaba de pie mis libros de Gabriel Marcel. Llevaba en la boca una pipa de enebro y sobre la mesa de trabajo había dejado la colección de estampitas de su hijo. Su mujer le advirtió de nuestra presencia.
-Os estábamos esperando- escribió Carmen en un papel amarillento.
Se había levantado del sofá de piel y había dejado a un lado la prenda que estaba tejiendo. No tenía mangas ni el color era el mismo que el de sus ojos. Carmen tenía más arrugas que en las fotos y llevaba una bata roja que no reconocí, al contrario que sus pantuflas.
-Por más que os decíamos, nunca escuchabais. La vida está fuera de esta casa– continuó Juan, utilizando el mismo método que su esposa.
Irene, pensativa, se quedó mirando el chaleco sobre el sofá. El frío le llegó a mi cuerpo a causa de la presencia cercana de mis padres. En la habitación también había unas pañoletas, varias carpetas y la botella de Hesperidina que mi hermana añoraba. Le vi echar un trago.
Después, sacó una aguja con la que no había tejido. La más larga y gruesa que yo hubiera visto nunca.
Cuando me desperté, los dos teníamos un corte en el cuello y ya podíamos recorrer toda la casa de nuevo. La habíamos tomado.
Foto: Elespectador.com
Buenas tardes, estoy pensando en hacer el máster en creación literaria de la VIU. Me gustaría saber cuál ha sido tu experiencia. Muchas gracias y enhorabuena por el blog.