Un fenómeno televisivo ha irrumpido con especial fuerza durante esta temporada. El pasado jueves, después de cinco meses de gamberradas, “La Resistencia” echó el telón en el Teatro Arlequín con la confirmación de que, tras el verano, habría más.
“La Resistencia” se ha definido a sí mismo como el primer late-late night. Emitido en #0 de Movistar, responde al prototipo del programa nocturno de comedia importado de Estados Unidos y que aquí empezó a hacer Andreu Buenafuente. La producción de El Terrat, que se emita tras “Late Motiv” y los trasvases de colaboradores entre programas, que tuvo como culmen que en uno de ellos se intercambiaran directamente los platos -y los presupuestos-, da muestras de por dónde van los tiros.
Broncano, la gran estrella bien acompañada
Si “Late Motiv” es el humor inteligente, maduro, de progresista burgués, “La Resistencia” es el hermano menor punk y milenial que aporrea la guitarra eléctrica en su habitación. Al frente de este grandioso desastre está David Broncano, quizá el cómico joven más de moda en la actualidad. Su inteligencia, combinación de una brutal rapidez mental y de su cultura general, además de una gran gracia natural, asoman como principales virtudes para que lleve con (cierto) equilibrio la bomba de relojería que es el programa que dirige. A su lado en la dirección está el recuperado Ricardo Castella y un Jorge Ponce que, definitivamente, aquí ha encontrado su sitio.
Si antes contábamos que “La Resistencia” responde a la estructura típica de un late night (monólogo de arranque, secciones con colaboraciones o entrevistas), lo que les diferencia y les ha hecho referencia es la manera de abordarlo. Hablamos de que carecen de tapujos en reconocer que emiten en falso directo, los fallos que tienen, los (pocos) medios con los que cuentan o lo mucho que improvisan, por ejemplo. Esto hace que el programa vaya por derroteros totalmente diferentes de lo que tenían estipulado. En esa comparación con los presupuestos (hasta cierto punto) con otros shows, presumen de precariedad y cutrez, de herramientas justas. Son esos jóvenes que compran calimocho o ron barato para hacer botellón, que se intentan colar en la discoteca y que prefieren dejar el abrigo en el suelo para gastarse los dos euros de ropero en un chupito.
Tres generaciones juntas como nunca
Ese mensaje, esa forma de entender el entretenimiento, ese humor políticamente incorrecto y muy negro, que a veces roza la vergüenza ajena pero sigue haciendo gracia, acerca inevitablemente a un público normalmente esquivo y receloso de los fenómenos de masas. Y “La Resistencia”, que bebe de la “Vida Moderna“, se va haciendo hueco ahí, lo que a ellos mismos les genera una contradicción. “Mantenerse en los límites de la sociedad”, dicho por el propio Broncano, es algo que buscan mientras han fundado (y disuelto) el estado mental de Moderdonia, que ha conseguido colgar en muchos balcones banderas de este país inventado en contraposición a los nacionalismos catalán y español. Otros méritos que acumulan es que tienen casi medio millón de suscriptores en Youtube y los podcasts de sus programas de radio están entre los más descargados a diario.
“La Resistencia” hace honor a su nombre, porque en él han encontrado representación y sensación de pertenencia los que se autodenominan antisistemas, los desencantados con este modelo de sociedad y de ocio que se nos da a consumir. Son esos perdedores, los desilusionados con el futuro, los que encuentran en ese rato que se plantan delante de #0 (o Youtube) y se olvidan de todo riéndose con y de los que sienten como iguales. Es, seguramente, el producto que mejor conecta con la generación Z hecho por los de la generaciones X e Y. Todos ellos, hacedores y consumidores, viejóvenes unidos, se sienten conectados a través de las redes sociales, los comentarios de Youtube (hasta ha surgido algo llamado “El club de la 1”, que es cuando suben los programas a esta plataforma) y una jerga propia que incluye palabras como “pachachos”, “jibiri” o “mochillo“.
¿Quién prefieres que se muera?
Dos son los espacios que seguramente mejor simbolice la filosofía de “La Resistencia” y su carácter transgresor, que busca en cierta manera la incomodidad en el espectador o, mejor, que olvide esa corrección y vaya a sus vísceras porque, para hacer commedia -otro vocablo propio-, vale todo.
El primero es la sección “¿Quién prefieres que se muera?” en la que Jorge Ponce, después de contar con gracia las cosas que le van sucediendo a su hija recién nacida, trae a dos personas famosas y da las razones de por qué el público debería salvarlo. Se trata de un formato Barrabás – Jesús de Nazaret (de hecho, un día hicieron esa misma pregunta) en la que el aplauso de los asistentes decide quien amocha (muere). “Todo siempre en un caso hipótetico, no queremos que se muera ninguno”, aclara siempre Ponce. Aquí un ejemplo de este espacio, cuya discusión en esta ocasión es Christian Galvéz o Andrés Iniesta.
En el sillón de Broncano
Y capítulo aparte merecen, por supuesto, sus entrevistas. Éstas tienen dos puntos fuertes evidentes: los invitados no son los típicos que aparecerían en El Hormiguero, el programa fetiche y adorado por otro lado de Broncano; asimismo, y especialmente por la atmósfera que crea el cómico, el personaje se convierte rápidamente en “la persona”, haciendo que la entrevista se convierta en una cachonda charla alejada de corsés y estereotipos. En esta fina cuerda, como contrapunto, sucede que en algunas ocasiones los entrevistados no terminan de entrar en los juegos de Broncano o la conversación se atasca en cosas excesivamente intrascendentes.
Pero no es lo normal. Lo habitual es que las preguntas y respuestas giren sobre asuntos relativamente anecdóticos y no habituales sobre los que, de manera más o menos casual, Broncano incide.Tenga a quien tenga delante, y rompiendo todos los moldes de las correcciones sociales o de deontología de la entrevista, el conductor de “La Resistencia” pregunta al que se sienta a su lado cuánto dinero tiene o cuál es la montaña más alta de su región. Esos disparos en forma de cuestiones sin orden ni raciocinio desconciertan al entrevistado, que se sale de su zona de confort y de las cosas (promociones, básicamente) que suelen contar en otras entrevistas. La seriedad para otros lados: aquí, y tomando el lema de otro programa, los invitados van a divertirse y a no hacer/explicar lo típico.
El caso de Ingrid García-Jonsson
Por su sillón han pasado nombres tan conocidos como Lopetegui -cuando era seleccionador-, Leonor Watling, Residente, Joaquín Reyes o Carolina Marín; otros que lo son mucho para milenials en adelante (Vetusta Morla, C.Tangana, Ibai Llanos o Lolito Fernández); algunos que no parecen terminar de pegar allí (Arévalo, Andy y Lucas o Resines); los que siendo medio reconocibles, se han prestado a entrevistas de juerga pura y han dejado momentos para la historia (la actriz Najwa Nimri, el escritor Juan Gómez-Jurado, la nadadora Ona Carbonell, el motociclista Pol Espargaró o el periodista Antoni Daimiel); y los que jamás tendrían espacio en un programa de televisión exitosos, pero que son españoles destacadísimos en sus campos como la física, el surf o las BMX. Y luego está el fenómeno Ingrid García-Jonsson.
Esta actriz, esta entrevista, sirve como perfecto resumen de lo que es “La Resistencia”: un espacio loco en el que, en cualquier momento y de la manera que menos te esperas, puedes morirte de la risa mientras aprendes o te informas de algo. Ahora García-Jonsson, quien ya llevaba unos cuantos trabajos cinematográficos y televisivos a la espalda, se ha hecho mucho más conocida gracias a este programa de #0. Ha aumentado su club de fans, las ganas de irse de cañas con ella y que vuelva con asiduidad al programa. Por lo pronto, y por petición popular, ya lo ha hecho tres veces más. Quizá sin llegar al nivel de esto pero, aún así, regalando unas amplias raciones de risas.
El verano, a falta de Grand Prix y series o pelis de estreno, se precia para ponerse al día con “La Resistencia”. Con Youtube es sencillo. Desde aquí no podemos más que recomendarlo encarecidamente.
Foto: Elterrat.com