En 2012 escribía este post sobre la que fue mi primera experiencia laboral, que tuvo lugar en Guadalajara. La situación del periodismo no ha cambiado mucho en general en 2018.
ESEDOSUNO, para quien no lo conozca, tiene una relación directa con el Guadalajara Dosmil. Sus tres redactores y uno de sus fotógrafos hicieron de la sección de Deportes de dicha publicación ya extinta –adjetivo especialmente adecuado para este caso– una de las mejores, si no la mejor, de la región. Y no es que lo dijesen ellos mismos. Lo dejaba claro la gente y los premios que recibieron, individuales y colectivos. Público más crítica suena a cóctel perfecto.
“Se convirtió desde sus inicios en un verdadero referente del buen hacer periodístico. De hecho, decenas de profesionales de Guadalajara dieron sus primeros pasos en este medio, convirtiéndose en una auténtica escuela de periodismo”. Estas palabras son parte de la nota de prensa que la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas en España) le dedicaba a este periódico alcarreño el 7 de octubre de 2011, día que desapareció su edición impresa. Parecidas expresiones se pueden leer tras los cierres de otras publicaciones, pero es esa idea la que a mí se me transmitió, la que yo saqué y para lo que a mí me sirvió desde un punto de vista profesional el año y tres meses que trabajé allí. Al final, los sentimientos del prójimo no son tan distintos ni nosotros somos tan especiales como nos creemos.
Mi primera vez
El 6 de octubre de 2007, mientras empezaba tercero de carrera, cogí la RENFE en Atocha para rellenar horas después, por primera vez en mi vida, una hoja en blanco maquetada por el programa QuarkXpress. Recuerdo el pabellón, el partido y que en la cabecera de la crónica venía mi nombre. También que solo estábamos los de deportes más la redactora de guardia, como era tradición los fines de semana en el Guadalajara Dosmil. Lo que al principio me pareció una desventaja, porque yo quería vivir el “ambiente de redacción” en su máxima esencia, se transformó casi en el mejor de los alicientes.
Tengo la sensación de que Guadalajara, más que una ciudad, es un pueblo muy grande. Nunca vi que trataran mal al de fuera, pero sí percibí una gran defensa por los suyos y, sobre todo, por lo suyo. La Alcarria como valla de protección y pretendidamente autosuficiente frente a La Mancha y a Madrid, ese coloso vecinal al que casi se va porque no queda más remedio. Envidio hasta cierto punto el regionalismo y el provincianismo bien entendido. El de la apuesta de la supervivencia de las raíces que amas y de disfrute con las mismas, que no deriva en el encierro y la obcecación.
Dicho lo cual, yo llegué ese día haciendo un doble debut: en Guadalajara y en el periodismo. Tener una acogida cálida y recibir una confianza total desde el primer momento ayudaron a disipar mis miedos iniciales. El paso del tiempo hizo que todo creciera. No sé qué hacíamos más: si nos divertíamos trabajando o trabajábamos divirtiéndonos. Las dos horas de ida y vuelta a casa las hacían agradables aquella intimidad, ese ambiente de trabajo idílico que tengo la sensación nunca volveré a repetir. O quizá sí, pero solo con ellos. Y luego está el tema del aprendizaje, lo de la cantera que menciona la FAPE. Eso sí eran valores: rigor, profesionalidad, ética, calidad. Más que exigencia, que también, me enseñaron a autoexigirme. No valía con hacerlo, sino que había que hacerlo bien.
La cantera de Guadalajara
Allí, en deportes, no había periodistas morbosos. Eran incisivos, pero sabían hasta dónde había que llegar. Sus enfoques eran siempre originales y, encima, escribían de puta madre. Tres estilos, diferentes y compenetrados, que levantaban una máquina precisa. Al resto, solo nos quedaba tomar nota, absorber e intentar subirnos al carro sin que éste chirriase. De verdad, tengo la sensación de haber sido un privilegiado y que en pocos sitios podría haber tenido un comienzo mejor en este mundillo.
Un infausto día de enero de 2009, lleno de nieve, recibimos nuestro primer golpe. El bisemanal –que se publica dos veces a la semana; bisemanario es una cada quince días, allí lo aprendí– dejaba de ser tal para quedarse solo en su edición de los viernes. Gente en la calle, recolocaciones… nada parecía igual.
El coma llegó el citado 7 de octubre de 2011. El papel del Guadalajara Dosmil paró de latir y solo sobrevivía por la máquina de reproducción asistida de su página web. El 30 de abril ésta también desistió en su intento. El 2 de mayo Antonio del Abril, su director, puso el punto y final a este paciente después de 25 años, 5 meses y 16 días, como expresa aquí. El pasado 14 de noviembre, día de huelga general en España, hubiera cumplido 26 años.
En 2012 (o en 2018)
Y en esas estamos en 2012, con 57 medios de comunicación cerrados en España desde 2008 –se me antojan pocos- y más de 6.000 periodistas que han perdido su trabajo desde entonces. En los medios hay críticas internas y externas. El gremio se queja del intrusismo, al mismo tiempo de la falta de oportunidades, de la explotación laboral, de la precariedad. Además de las ataduras que sufren por el modelo impuesto de la rentabilidad. Lo que ahora es supervivencia. La ley de la jungla extrema. El todo vale por el dinero.
A su vez, la sociedad desconfía del periodista, al que ya no percibe como contrapeso al poder. Se le tacha de manipulador, morboso, interesado e incluso de mal profesional. Y claro que los hay. Sin embargo, las noticias siempre más leídas, es decir, las que hacen más factible la supervivencia de esos medios, son las más “chorras”. El mismo que critica a Marca, los deportes de Cuatro o Punto Pelota es lo único que consume.
Las alternativas, que las hay, más caras o más difíciles de encontrar, son desechadas. Es como en política: los dos partidos principales son unos cabrones pero no me molesto en interesarme por otras opciones, les vuelvo a votar y, por supuesto, ni me muevo del sofá para intentar cambiar algo. El periodismo camina totalmente paralelo a la crisis y al mundo en el que vivimos. Todo está hecho una mierda, todos somos conscientes pero nadie hace nada verdaderamente grande para modificarlo. O sí, y no le dejan. O no, y es que somos irremediablemente así: cómodos y egoístas. No sé.
Rafael Correa retrata al periodismo
El vídeo de abajo, anecdótico, se hizo viral en su momento. Rescatar la frase de Rafael Correa: “Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta”. Es un resumen perfecto del periodismo moderno. Y de las políticas del mundo actual. Y de este post, me temo. Salvo lo del rollito sentimental, espero.