Dentro del Máster de Creación Literaria que curso desde octubre estamos realizando multitud de ejercicios, permitiéndome la licencia de haber subido alguno de ellos ya. Dentro de la asignatura “Personajes” realizamos un seminario específico sobre la novela ‘Lolita’, de Vladimir Nabokov, un clásico de la literatura y que ha generado polémica desde su publicación en 1955.
En el marco de la huelga feminista del pasado 8 de marzo y del movimiento #MeToo, El País realizó un monográfico sobre esta historia con este contexto y en el que puso a debatir a los escritores Laura Freixas y Sergio del Molino sobre la temática y la relectura (o no) que debía hacerse de ‘Lolita’ desde nuestros días. Mientras Freixas opinaba aquí que la obra de Nabokov “debe ser leída, analizada y utilizada para entender cómo el patriarcado manipula en su beneficio, y para nuestra desgracia, la cultura”, Del Molino apuesta por leerla “sin prejuicios” y no percibe en ella “apología de la violación”.
Así, los alumnos debíamos posicionarnos con una de las teorías y dar argumentos de las mismas. Éstas han sido mis reflexiones.
¡Es ficción!
Mantengo mi posición inicial de no demonizar “Lolita” por su temática y sí entenderla como una bella obra de ficción muy bien elaborada. Nos alinearemos por tanto en el bando de Del Molino y pediremos que no nos fuercen a “decodificaciones ideológicas que impongan lecturas políticamente correctas”, como señala el propio periodista.
A raíz del debate que hemos tenido sobre el límite de las fuentes, lo siguiente a preguntarse serían las fronteras de la imaginación para un escritor. Como se ha dado cuenta en los materiales de discusión para este seminario, puede pensarse que Nabokov encontró inspiración en noticias de la época, si bien el propio autor lo niega. “Lolita nunca tuvo un original. Nació en mi propia mente. Nunca existió”, declaró el escritor de origen ruso. Fuese producto de su imaginación o hubiese musas (nínfulas) reales, Nabokov entendió que el libro le podía causar problemas, esa polémica que ahora nos atañe. De ahí que se pueda intuir que escribiese el prólogo y el epílogo como una defensa y forma de distanciamiento de Humbert Humbert.
Destacamos una frase del prólogo y dos más del epílogo en este sentido: “¡con qué magia su violín armonioso conjura en nosotros una ternura, una compasión hacia Lolita que hace que nos sintamos fascinados por el libro al mismo tiempo que abominamos a su autor”, “Lolita carece de propósitos moralizantes” y “Humbert es un extranjero anarquista y hay muchas cosas, además de las nínfulas, con respecto a las cuáles no estoy de acuerdo con él”. Aun suponiendo que prólogo y epílogo fueran también un juego de ficción, no hay dato alguno en la vida de Nabokov que notifiquen conductas sexuales condenables por la ley, por lo que cabría exculpar al escritor de la polémica, al menos como persona.
Error con identificar al autor con el narrador
Pero en 1955, como en 2018, era frecuente la identificación del autor y el narrador, que también puede ser el protagonista, de calaña repugnante como es el caso que nos ocupa. Así, cuando se revisa la obra, sea a mediados del siglo XX o en la actualidad, sea por haberla leído entera, a cachos, de oídas o las películas, seguramente la percepción se distorsiona. Y con la perspectiva del tiempo probablemente más, con un prisma y unos valores diferentes a los de entonces.
El análisis mismo de la novela que hace El País es en torno al movimiento Me Too, que le añade unas connotaciones de las que puede ser complicado alejarse, pero que debemos hacerlo si queremos hacer un análisis estrictamente literario. Freixas no desea hacerlo y del Molino sí, si bien ambos difieren también en el tema y las conclusiones ¿Hasta qué punto es responsable un autor de las interpretaciones de su obra? En nuestra opinión, cuántas más haya, menos.
El arte por necesidad personal, gusto estético y sin moralidad
Igual que a lo largo de toda la historia las manifestaciones artísticas han ido de la mano del tiempo en el que vivían, siendo reivindicativas, revolucionarias o reflejos del instante en el que eran creadas, otras no y han sido concebidas solo por la necesidad del artista por crear o con el fin de resultar bellas, al margen de la moralidad o de los preocupaciones sociales del momento. En la corriente del “arte por el arte” podemos citar a Kant, Poe, Wilde o el parnasianismo y en el esteticismo a nuestro Nabokov, que era conocido por su especial cuidado del lenguaje.
En función de los gustos o el momento histórico puede gustar más una corriente u otra, pero parece atrevido condenar a una obra de ficción por su contenido. Nos inclinamos a usar como filtro la calidad, no la ética que debería supuestamente subyacer de cualquier historia, punto de partida con el que no estamos de acuerdo.
Un fotograma de James Mason y Sue Lyon, en la ‘Lolita’ de Stanley Kubrick, que cuenta con guion de Nabokov. Fuente: El País