Aprender a vivir parece una tarea fácil. Es más, entenderíamos que debería ser tan natural como respirar o aprender a andar.
Sin embargo, afrontar adecuadamente los retos que nos va ofreciendo la vida, desde que nacemos, no es sencillo. Muchas veces acarrean dificultades, fracasos y rendiciones.
La depresión, la ansiedad y los trastornos afectivos son cada vez más frecuentes en el mundo. Los ansiolíticos, somníferos y antidepresivos se encuentran entre los fármacos más utilizados; los libros de autoayuda, asimismo, suelen encabezar las listas de los libros más vendidos y la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de la necesidad de abordar estos problemas de forma eficaz.
Y es que la vida, nuestra pareja, familia y amistades, nuestro entorno próximo y la sociedad en la que habitamos, no siempre nos lo pone fácil. A menudo nos exige retos que parecen superar nuestra capacidad de actuación y nos lleva al agotamiento, a la confusión e incluso a la desesperanza.
¿Qué hacer?
No pretende este artículo descubrir una fórmula mágica o trucos infalibles, pero sí hablaros de una serie de herramientas que pueden ayudarnos afrontar estos retos de forma más efectiva. Y es que en el aprendizaje del oficio de vivir, de construir nuestra personalidad y la vida que queremos tener, hay una serie de tareas que podemos llevar a cabo.
Comencemos por aprender a querernos. ¿Qué significa eso?
No es, como en algunas ocasiones se dice, repetirnos una y otra vez lo buenas y maravillosas personas que somos y llenarnos de todos los caprichos y ocurrencias que nuestro cerebro nos presenta.
Querernos implica, en primer lugar, conocernos, escucharnos y reflexionar. ¿Qué queremos ser en la vida? ¿Cuáles son las cosas nos atraen? ¿Qué nos gusta hacer? No a nuestros padres, pareja, grupo social. No se trata de responder a las expectativas de otras personas, sino a las nuestras. ¿Para qué nos gustaría estar aquí? ¿En qué queremos contribuir para mejorar la vida, la nuestra, la de nuestro entorno y la de la sociedad?
Conocer nuestras fortalezas, nuestras habilidades, aquellas cosas que sabemos hacer bien, indagar en nuestras limitaciones personales, aspectos nuestros (pensamientos, emociones, palabras y actos) que nos dificultan o impiden ser como queremos ser y hacer las cosas que queremos hacer.
Y aceptarnos. Eso no implica no cambiar. Conocer que nos estamos estropeando la vida con nuestra falta de voluntad, nuestra agresividad o sumisión, con hábitos tóxicos o relaciones malsanas, estudiando o dedicándonos a cosas que no nos llenan, y aceptar que tenemos un problema no significa no hacer nada. Todo lo contrario.
No haríamos eso con aquella persona a la que amamos y brindamos nuestra amistad, no; intentaríamos que solucionara esas dificultades y lograra vivir una vida más plena. De eso se trata. Desde la disposición interna de que somos personas que merecen la pena, desde nuestra responsabilidad de hacer todo lo posible para construirnos y construir alrededor la vida que hemos decidido que queremos vivir, debemos iniciar el cambio.
Traza tu plan
Sin desesperanza y sin ideas mágicas. Repasar, desde la razón, la posibilidad de alcanzar nuestros sueños, a veces irreales; calcular las posibilidades inmediatas y a corto y largo espacio, aproximarnos a lo que queremos conseguir, buscar en la literatura científica y en nuestro entorno los mecanismos de cambio. Pedir ayuda, si nos encontramos mal.
Seguramente nuestro mayor problema, nuestro mayor enemigo no está fuera, está dentro, en nuestra mente. Y aquí me gustaría contaros la metáfora del ordenador. Nuestro comportamiento podría asemejarse a un ordenador que recibe una serie de estímulos, los procesa mediante una serie de programas y, en base a ellos, realiza una serie de acciones.
Las personas, como los ordenadores, también estamos inmersas en un mundo lleno de estímulos, de oportunidad y desventajas, de personas que nos ayudan y otras que nos entorpecen. Desde la infancia y por la influencia de las personas de nuestro entorno, aprendemos a seleccionar aquellas cosas en las que nos fijamos, a las que hacemos caso, a las que reaccionamos.
Y también nos han enseñado a interpretar qué significan esos estímulos. Nuestro cerebro empieza a actuar codificándolos según los “programas” que hemos aprendido, de esperanza o desesperanza, de realismo, de saltos en el vacío o de conformismo derrotista.
Podemos calificar como insulto y amenaza cualquier crítica a nuestro comportamiento, o como la confirmación a que somos inútiles, torpes e incapaces de conseguir nada y que no podremos cambiar. A menudo ignoramos los comentarios que desdicen la autoimagen que nos hemos ido forjando de nuestras capacidades y así reafirmamos una visión desastrosa o triunfalista de nuestra personalidad.
Y, de esas interpretaciones, surgen de modo automático una serie de conductas: de acercamiento, de rechazo, de abordaje creativo, de hundimiento emocional o de entregarse a conductas adictivas como fumar, beber, tener relaciones efímeras o comprar convulsivamente, entre otras muchas más.
La fase final
Si mediante ese conocimiento interior somos conscientes de que no estamos abordando de la mejor forma posible un desengaño amoroso, una convivencia, la crianza de los hijos, los estudios, la situación de paro o cualquier otra adversidad, podemos preguntarnos: ¿estoy observando de forma productiva todos los elementos? Podría ser que estemos pasando por alto aspectos positivos de la situación o personas que nos pueden ayudar, asimismo es posible que hayamos pasado por alto aspectos que nos pueden dañar ahora o en el futuro.
Luego examinamos nuestras interpretaciones de estos hechos. A menudo son irracionales, como ya hemos señalado. Una crítica escuchada y valorada puede mejorar nuestro comportamiento y conducirnos al éxito, mientras que un elogio o reiteración de que lo estamos haciendo bien, que no hay nada que cambiar y que solo el rencor, la maldad o la envidia es la que inspiran las cosas negativas que nos dicen, pueden llevarnos a comportamientos engreídos, agresivos y al rechazo de nuestro entorno.
Y ahora el último paso. Tras haber observado y analizado nuestras interpretaciones, intentando librarnos de los clichés, tópicos e ideas irracionales, ahora toca elegir la respuesta.
El abanico es muy amplio. Va desde hablar de forma sincera y asertiva (en otro momento podemos tratar este tema) a fijarse una disciplina de estudio, preparar y difundir adecuadamente el currículum, aprender a sonreír, no portarse de forma destructiva con nadie (y eso nos incluye) y también, y es algo importante, saber forjarse un círculo de amistades amables y positivamente críticas y pertenecer a asociaciones donde podamos compartir nuestros intereses o luchar por ellos.
Otras ideas
Un apunte: la tristeza, el dolor, el cansancio, así como la alegría, el placer y el entusiasmo son respuestas adecuadas a distintas situaciones. Pero la depresión, el sufrimiento, la ansiedad, la desesperanza, y también la euforia, el hedonismo y el optimismo desproporcionado son formas crónicas y poco eficaces de respuesta.
Y otro último apunte. Se dice, y mucho, que lo importante no son las cosas que nos pasan, sino lo que hacemos con ellas. También que somos responsables de nuestra vida y que la actitud todo lo puede.
Bueno, no siempre. Este énfasis en lo individual es culpabilizador e injusto.
Si tu país está en guerra, si sufres un atentado o una agresión, si tienes cincuenta años y estás en paro, claro que algo tenemos que hacer. Pero no todo se consigue repitiéndonos “tú puedes”, porque hay momentos en que no podemos, y pedir ayuda, asociarse y luchar pueden ser las mejores respuestas.
José Rodríguez Escobar es Diplomado en Enfermería, Licenciado en Psicología Clínica y de Organzación del Trabajo. Tiene un Máster en Epidemiología y salud pública y en Gestión de servicios sanitarios. Ha sido, durante doce años, Responsable de la estrategia en Salud Mental, es Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de NeuroPsiquiatría (AEN). También de la junta directiva de la sección de Intervención Social del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y del Consejo Asesor de la Confederación de Salud Mental de España.
Rodríguez, como recursos, nos recomienda estas dos páginas:
-La del bienestar emocional del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: http://www.bemocion.msssi.gob.es/
-http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression